LA CLASE OBRERA Y LA LUCHA POR EL SOCIALISMO EN VENEZUELA
- Publicado: 11 Abril 2009
Propuesta de debate para el movimiento de los trabajadores de la C.M.R. para la Revisión, Rectificación y Reimpulso de la UNT (Unión Nacional de Trabajadores)
“En el próximo período, o la clase obrera toma en sus manos el funcionamiento de la sociedad, sustituyendo el decrépito sistema capitalista con un nuevo orden social basado en la planificación armoniosa y racional de las fuerzas productivas y el control consciente de hombres y mujeres de su propia vida y destino, o nos enfrentaremos con un espectáculo espantoso de colapso social, económico y cultural”. (Alan Woods)
Propuesta de debate para el movimiento de los trabajadores de la C.M.R. para la Revisión, Rectificación y Reimpulso de la UNT (Unión Nacional de Trabajadores)
“En el próximo período, o la clase obrera toma en sus manos el funcionamiento de la sociedad, sustituyendo el decrépito sistema capitalista con un nuevo orden social basado en la planificación armoniosa y racional de las fuerzas productivas y el control consciente de hombres y mujeres de su propia vida y destino, o nos enfrentaremos con un espectáculo espantoso de colapso social, económico y cultural”. (Alan Woods)
Hace más de 150 años Carlos Marx y Federico Engels estudiaron el desarrollo de la historia humana aplicando las leyes del materialismo dialéctico y determinaron, entre otras cosas, que el motor de la historia es la lucha de clases. En cada período histórico de la humanidad esta lucha entre la clase dominante y la clase dominada fue la que permitió superar al sistema socioeconómico imperante, que ya no satisfacía las necesidades de la mayoría, e instalar un nuevo sistema. Desde hace unos doscientos años el sistema dominante es el capitalismo. La burguesía es la clase explotadora y el proletariado la clase explotada. El capitalismo hace tiempo que no satisface las necesidades más básicas de la gran mayoría de los seres humanos, prueba de ello son los millones de personas que mueren de hambre cada año, los millones que no tienen acceso a los derechos más elementales como salud, educación, vivienda, empleo. Mientras un puñado de burgueses es cada vez más rico y ostenta de una forma grosera el fruto de su explotación de la clase trabajadora, miles de millones carecen de lo mínimo para tener una vida digna. La última crisis mundial del capitalismo, probablemente la más grave de su historia, es una nueva y determinante evidencia que este sistema se agotó hace mucho tiempo y que su reemplazo por un nuevo sistema social, el socialismo, se ha vuelto una cuestión de vida o muerte para la especie humana. Pero como dijera Marx en su momento, el capitalismo no va a morir de muerte natural es necesario que la clase explotada por él, el proletariado, se encargue de acabarlo y de darle sepultura, esta es la gran tarea histórica de la clase obrera: liberar a la humanidad del yugo del capitalismo y construir el socialismo. Venezuela no es la excepción a esta regla. En el año 2005 el presidente Chávez planteó correctamente que el objetivo de la revolución bolivariana debía ser la construcción de una sociedad socialista, como decíamos antes, esta tarea sólo la puede llevar adelante con éxito la clase obrera como vanguardia del resto de la sociedad explotada, sin embargo, por diversas razones esto no ha ocurrido así y el movimiento obrero no ha jugado hasta la fecha el rol protagónico que le corresponde en la revolución venezolana.
1) El movimiento obrero antes de la UNT -CTV, sindicalismo al servicio de la burguesía
Cuando el presidente Chávez gana las elecciones en 1998 la CTV, aunque muy cuestionada, ejercía en forma casi hegemónica la dirección sindical del movimiento obrero organizado, hegemonía que había comenzado en 1947, cuando fue fundada, y que se mantuvo sin mayores sobresaltos hasta la creación de la UNT en el año 2003. Desde el mismo momento de su creación, gobernaba en ese entonces el partido Acción Democrática, estuvo siempre dirigida por una burocracia sindical afecta a dicho partido, verdadera mafia que a lo largo de todo ese tiempo tuvo como tarea principal el mantener controlada a la clase obrera, lejos de cualquier tentativa de cuestionamiento del orden imperante. Esta función de complacencia y defensa de los intereses de la burguesía le permitió negociar cuotas de poder dentro del aparato del Estado a cambio de traicionar una y otra vez al movimiento obrero. La utilización de métodos gangsteriles y fascistas como el empleo de bandas armadas, los famosos “cabilleros adecos”, para asaltar locales sindicales de organizaciones que no les eran afectas, amedrentar adversarios, disolver huelgas y manifestaciones que no tenían su consentimiento, para lo cual también contaban con el apoyo de los órganos represivos del Estado, unido a elecciones, la mayoría de las veces, arregladas de antemano, fue uno de los factores que le permitió a esa dirigencia corrupta ejercer una dictadura ininterrumpida durante más de cincuenta años en la principal central obrera de Venezuela.
La CTV se convirtió a partir de los años sesenta en un apéndice de los partidos políticos de la burguesía y del Estado capitalista. Los miembros de la burocracia sindical cetevista, aunque en su mayoría habían tenido un origen obrero, dejaron de pertenecer a la clase trabajadora, comprados por la burguesía pasaron a vivir en lujosas quintas, a ser propietarios de abundantes bienes inmuebles, a poseer jugosas cuentas bancarias en el exterior, a ser propietarios de empresas de diversa índole. Sus intereses se parecieron cada vez más a los de la burguesía y cada vez menos a los de los trabajadores, sin embargo, continuaron representando a la clase obrera desde la CTV. Desde allí cumplieron un papel reaccionario en la lucha de clases que se desarrolló en los cuarenta años de “puntofijismo” en Venezuela, y el cual se acrecentó en las últimas dos décadas del siglo pasado donde apoyaron descaradamente las políticas neoliberales de los gobiernos burgueses. Con estas “cúpulas podridas”, como las llamó Chávez, el movimiento obrero sólo conoció derrotas y traiciones. La participación activa junto a Fedecámaras en la eliminación del régimen de prestaciones sociales de los trabajadores y la aprobación de un sistema privatizado de seguridad social durante el gobierno de Caldera fue, posiblemente, el acto supremo de traición al movimiento obrero por parte de la dirigencia cetevista antes de 1998. Esta política entreguista mantuvo paralizada a la clase trabajadora no sólo ante las políticas neoliberales de los gobiernos adecocopeyanos que le imponían una situación de extrema explotación, sino que la dejó al margen, como clase organizada, de acontecimientos históricos tan determinantes para Venezuela como la rebelión popular de febrero de 1989 y los alzamientos militares de 1992, en los cuales ha podido jugar un papel protagónico.
Como no podía ser de otra forma, la burocracia sindical cetevista se alineó con el candidato de la burguesía en las elecciones presidenciales de 1998 confirmando la poca sintonía que tenía con la clase obrera a la cual decía representar y que mayoritariamente votó por Hugo Chávez. A partir de ese momento la separación entre la base de trabajadores y la dirección sindical cetevista no dejó de profundizarse hasta la ruptura total en los días del golpe de Estado de 2002 y que llevó a la posterior creación de la UNT. El terremoto social que significó el triunfo de Chávez en 1998 se dejó sentir con fuerza en el movimiento obrero. Evidentemente se trataba de un gobierno de neto corte popular que en poco se parecía a los anteriores, con un presidente honesto que estaba dispuesto a cambiar las condiciones de vida de los más desposeídos. La democratización de la política también llegó a las fábricas y comenzaron a surgir desde la base nuevos líderes obreros que empezaron a cuestionar a la burocracia cetevista, sin embargo, interpretando correctamente la tradición unitaria de la clase obrera, la mayoría de estos dirigentes sindicales, que apoyaban a la revolución bolivariana, se opone a crear una nueva central y decide darle una nueva oportunidad a la vieja central sindical participando de las elecciones internas que se celebrarían en septiembre de 2001. “A diferencia de la pequeña burguesía, que siempre se caracteriza por su extrema volatilidad política, la clase obrera cambia sus lealtades políticas y sindicales muy lentamente. Un obrero no desechará una herramienta vieja incluso cuando ésta haya dejado de tener una utilidad práctica; tratará de repararla hasta que finalmente demuestre ser completamente inservible. De la misma manera, el proletariado en su conjunto no abandona fácilmente sus organizaciones tradicionales una vez que han sido creadas, sino que una y otra vez tratará de transformarlas en auténticos órganos de lucha…”(Alan Woods, Introducción al libro de Lenin “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”). No obstante, sería la última vez que el grueso del movimiento obrero apostaría por la CTV. “El 25 de octubre del 2001, se efectúan por primera vez elecciones directas y secretas en la CTV, por mandato de un referendo popular y por disposición constitucional. Los dirigentes y activistas de AD y sus aliados en la CTV, ejecutan un descomunal fraude electoral significando que más de la mitad de las actas con los resultados electorales nunca fueron presentadas, se le negó la participación a numerosos sindicatos de base y se impidió que decenas de miles de trabajadores ejercieran su derecho a voto. En esas condiciones, bajo protesta general y con una demanda judicial de anulación de esas votaciones, la Comisión Electoral de la CTV, controlada por AD, proclamó a Carlos Ortega como presidente y a Manuel Cova como secretario general de la confederación”(Pedro Eusse, “La verdad sobre la CTV”, Caracas, octubre de 2003). En diciembre de ese mismo año la CTV sella definitivamente su alianza con la federación de los empresarios, Fedecámaras, para oponerse a las leyes promulgadas por Chávez dentro del marco de la ley habilitante. Esta acción que tuvo como eje principal un paro de 24 horas sirvió de ensayo al paro general indefinido que lanzaría esta misma alianza como parte del golpe de Estado del 11 de abril de 2002.
-El golpe del 11 de abril de 2002 y el paro patronal del 2 de diciembre
La alianza política entre la CTV y Fedecámaras para acabar a cualquier precio con la revolución bolivariana, es la mejor demostración de cuáles intereses son los que ha defendido y aún continúa defendiendo la burocracia sindical cetevista. El confabularse con el enemigo histórico de clase de los trabajadores para luego lanzarse cargada de odio contra el gobierno, cuyo principal pecado había sido llevar a las masas los derechos más elementales a los cuales debe aspirar todo ser humano, no deja lugar a dudas del punto de degeneración alcanzado por esa dirigencia traidora. Primero el golpe de estado de abril y posteriormente el paro patronal de diciembre marcaron el ignominioso final de la CTV, que a partir de esos acontecimientos quedó convertida en un cascarón vacío sin ningún tipo de incidencia en el movimiento obrero.
Se puede decir que el golpe de Estado del año 2002 tomó al movimiento obrero fuera de base y le impidió jugar el papel que ha debido protagonizar para enfrentarlo, desorganizado y sin dirección, su rol lo ocuparon las masas que rescataron la revolución el 13 de abril. No obstante, cuando la burguesía lanza su segundo golpe bajo la forma de paro patronal y petrolero en diciembre de ese mismo año, la situación fue muy distinta, ya los trabajadores se encontraban dando los primeros pasos para reorganizarse sindicalmente (se había realizado en septiembre de ese año el Encuentro Nacional de Trabajadores hacia la Refundación del Movimiento Sindical) y esto le permite a un sector de vanguardia de la clase obrera no sólo participar activamente en el enfrentamiento al golpe sino que dicha participación resultó fundamental para rescatar PDVSA y derrotar a la oligarquía. Cuando la revolución se caía estrangulada por la paralización de su principal fuente de ingresos, fueron los trabajadores petroleros quienes demostrando un alto grado de concientización organizaron el control obrero en refinerías como El Palito, en el Estado Carabobo, reactivando la producción petrolera y marcando el principio del fin del golpe. Esta experiencia no quedó circunscripta sólo a la industria petrolera, también se reprodujo en otras empresas cerradas por los patrones que fueron tomadas por sus trabajadores y, en algunos casos, puestas a funcionar. Se puede decir que fue ésta la primera participación conciente y organizada de la clase obrera en la revolución venezolana y aunque no fue generalizada sí resultó decisiva, tanto como la acción de las masas el 13 de abril, para salvar a la revolución. Desgraciadamente, la falta de una organización revolucionaria entre los trabajadores impidió que la discusión que se dio posteriormente en estos sectores de vanguardia de la clase obrera fructificara en un movimiento más amplio que impulsara el control obrero y la creación masiva de consejos de fábrica, sobre todo para reactivar las numerosas empresas que permanecieron cerradas después de finalizado el paro patronal. Sin embargo, la victoria popular dejó para el movimiento obrero la creación de sindicatos mucho más combativos, y el surgimiento de nuevos dirigentes identificados con la revolución
-El nacimiento de la UNT
Si algo pareció terminar de quedar claro para el movimiento obrero después del paro patronal, fue la bancarrota total de la vieja CTV y la necesidad urgente de constituir una nueva federación sindical que defendiera realmente sus intereses. Como dijimos antes, ya en septiembre del año 2002 un grupo de trabajadores afines al proceso revolucionario que se estaba dando en Venezuela se había reunido en el “Encuentro Nacional de Trabajadores hacia la Refundación del Movimiento Sindical” y había producido la siguiente declaración que se puede considerar como el antecedente más inmediato de cara a la creación de una nueva central sindical.
“DECLARACIÓN FINAL El Encuentro Nacional de Trabajadores, reunido en Caracas los días 6 y 7 de septiembre de 2002, con la presencia de más de 1.500 delegados de todas las regiones del país y de todos los sectores de la producción, acuerda emitir la siguiente Declaración: … Esta nueva fase de la historia nacional amerita la construcción de un nuevo movimiento de trabajadores, consustanciado con el proceso de cambios revolucionarios que vive nuestro país. Se trata de construir un movimiento sindical independiente de los partidos políticos, el gobierno cualquiera que este sea y los patronos, que permita transformar a los trabajadores y trabajadoras en una fuerza política en capacidad de incidir en las grandes decisiones nacionales. Característica fundamental de este nuevo movimiento son la unidad de la clase y el ejercicio de la democracia de los trabajadores. … La clase trabajadora está llamada a jugar un papel fundamental en el enfrentamiento y derrota de la conspiración neoliberal y en la construcción de la República Bolivariana de Venezuela. Somos la clase que está en capacidad de convertirnos en el instrumento político y productivo para construir la patria que soñamos. Ello pasa por asumir conscientemente que nuestras luchas hoy no son únicamente por lograr tal o cual reivindicación económica, sino principalmente, por alcanzar el poder para la clase trabajadora, para que la Revolución Bolivariana sea una Revolución de, para y por los trabajadores. Es decir, prepararnos con todas nuestras energías, técnica y políticamente para asumir la dirección en las empresas y en el Estado. Para esto no nos sirve la CTV; necesitamos construir un nuevo modelo, una nueva cultura y una nueva estructura del movimiento de trabajadores, acorde con los cambios revolucionarios que se operan en Venezuela; basada en la democracia real de las bases trabajadoras, donde los dirigentes rindan cuentas a los dirigidos y estos puedan remover a los dirigentes que no cumplan; un sindicalismo honesto, combativo, profundamente comprometido con los intereses de la clase trabajadora y el país…”(FBT, “¿Por qué la UNT?”) Con este punto de partida, el 5 de abril de 2003 se crea la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) resultado del trabajo realizado en asambleas efectuadas por regiones y sectores. Ese día se elige una dirección provisional compuesta por 21 dirigentes sindicales de diferentes tendencias que en ese momento coinciden en el apoyo a la revolución bolivariana y en la necesidad de reorganizar y reorientar al movimiento sindical..
2) La UNT
-El I congreso, un programa revolucionario
El 1 y 2 de agosto de 2003, la recién fundada UNT realizó su primer congreso en la Sala Plenaria de Parque Central en Caracas. Más de 1.200 delegados sindicales de todo el país se reunieron esos días para discutir, básicamente, sobre la que sería la “Declaración de Principios, los Estatutos y un Programa de Luchas” para la nueva federación. Agrupados en mesas de trabajo, los delegados demostraron su madurez y conciencia al no aprobar unos estatutos que no habían sido discutidos en las bases y que, por lo tanto, eran desconocidos para la mayoría de ellos, al igual que el reglamento electoral. Caso contrario ocurrió con el plan de luchas, el cual contemplaba aspectos sumamente importantes como la movilización permanente en contra del golpismo de la burguesía, el papel protagónico de los trabajadores en la gestión económica del Estado mediante la cogestión, la autogestión y el control obrero, la lucha por un gobierno de los trabajadores, la nacionalización de la banca, la reducción de la jornada laboral, entre otros, que hicieron que el mismo se aprobara por aclamación. Mucho de esto quedó reflejado en la declaración final y es la mejor demostración del nivel de conciencia que había alcanzado el movimiento obrero para ese momento. Desgraciadamente, gran parte de estas aspiraciones se quedaron sin concretar e hicieron que el espíritu revolucionario que se logró en este congreso se fuera durmiendo en medio de divisiones y luchas personales de los dirigentes.
-La UNT y la cogestión obrera
Producto de la forma cómo fue constituida, a través de un acuerdo por arriba que nunca fue ratificado por las bases, la UNT nació dividida, el personalismo y la ceguera política de sus dirigentes de mayor peso profundizó esta división al punto de dejar paralizada a la nueva central. En el año 2005 existían tres corrientes: la de Marcela Máspero, la de Orlando Chirino y la de Ramón Machuca; posteriormente estas tres corrientes se convertirían en cinco: el Colectivo de Trabajadores en Revolución (CTR), encabezado por Marcela Máspero, la Corriente Clasista Unitaria Revolucionaria Autónoma (C-CURA), de Orlando Chirino, la Fuerza Bolivariana de Trabajadores, de Oswaldo Vera, el Movimiento Alfredo Maneiro, de Franklin Rondón y la Autonomía Sindical dirigida por Orlando Castillo. Durante los años 2004 y 2005 la UNT no dejó de crecer, impulsada por el fervor revolucionario de las masas de trabajadores que se identificaban con muchas de las medidas laborales que estaba tomando el gobierno que iban en la línea de dar un mayor protagonismo a la clase obrera, y rápidamente superó a la CTV como principal central obrera de Venezuela. Particularmente importante fue el año 2005, el año de la cogestión, donde la UNT logró reunir casi un millón de trabajadores en la marcha del primero de mayo bajo el lema “cogestión es revolución”, desgraciadamente no se pasó de la consigna a los hechos y se desaprovechó una oportunidad magnífica de hacer avanzar al movimiento obrero cuando la dirigencia unetista hizo oídos sordos al llamado del presidente Chávez de ir por las fábricas cerradas poniéndolas a producir bajo el control de sus trabajadores. En ese momento habían 800 empresas cerradas y si la UNT hubiera movilizado a los trabajadores para tomarlas y colocarlas bajo control obrero ello hubiera significado un salto cualitativo tan grande para la clase obrera que, sin dudas, hubiera profundizado el rumbo de la revolución hacia el socialismo. Nada de esto ocurrió y fue un primer llamado de atención hacia una dirigencia que parecía más preocupada por conservar sus posiciones burocráticas que en conducir a los trabajadores a la toma del poder. Mostrando una gran ignorancia y desinterés por lo que es una revolución, la dirigencia unetista abandonó a su suerte las luchas por el control obrero que estaban dando los trabajadores de las empresas cogestionadas e, incluso, en el caso de Sanitarios Maracay dos de estas corrientes enfrentadas en el seno de la UNT, en colaboración con el ministro del trabajo José Ramón Rivero, llevaron a la derrota la lucha heroica que estaban dando los trabajadores de esta empresa, la cual habían tomado y tenían produciendo bajo la dirección de un consejo de fábrica. Producto de este abandono y de la necesidad de unión de los trabajadores de la cogestión para impulsar sus luchas nació el Freteco en el año 2006.
-El II Congreso: se profundiza la división entre reformistas y sectarios de ultraizquierda
Después de tres años de fundada la UNT podía mostrar como principal logro el haber sepultado a la central sindical amarilla con toda su casta de sindicalistas corruptos y traidores, y haber dotado al movimiento obrero de un nuevo instrumento de lucha, sin embargo, como decíamos antes, su dirección había dejado pasar la excelente ocasión de tener un papel protagónico en la revolución, cuando desestimaron la lucha por el control obrero de las fábricas, y prefirieron enfrascarse en la lucha interna por el control del aparato sindical. Bajo estas premisas, en una asamblea de dirigentes sindicales realizada el 30 de marzo de 2006, se decide convocar al segundo congreso de la UNT para finales del mes de mayo de ese mismo año. Para ese momento, a pesar de existir cinco corrientes al interior de la federación, los principales dirigentes de todas ellas se podían circunscribir en dos grandes tendencias: una reformista, cercana a la burocracia gubernamental, donde estaban el Colectivo de Trabajadores en Revolución, la Fuerza Bolivariana de Trabajadores, el Movimiento Alfredo Maneiro y la Autonomía Sindical, y otra, mayoritaria en ese momento, que defendía posiciones más radicales, representada por la C-CURA de Orlando Chirino. Es bueno aclarar aquí que, a pesar de las direcciones reformistas, la mayoría de la base de estas corrientes era, y aún hoy lo continúa siendo, revolucionaria y con la utilización de un método correcto por parte de quienes dirigían la corriente C-CURA hubiese sido ganada para la causa de la revolución socialista. Antes del congreso, desde la CMR se realizó la siguiente declaración donde se planteaba una propuesta de tareas en ese sentido.
“Declaración de la Corriente Marxista Revolucionaria ante el proceso congresual de la UNT. Las tareas de la clase trabajadora en la Revolución Bolivariana y el congreso de la UNT
La C-CURA debe ganar a la mayoría de los trabajadores dentro de la UNT sobre la base de un plan de lucha concreto, nacional y regional, que implemente la toma de empresas, el control obrero y la cogestión revolucionaria en la perspectiva de la lucha por la nacionalización de la banca, los grandes monopolios y la tierra bajo el control de los trabajadores, los campesinos y las comunidades en el marco de una economía planificada democráticamente para la construcción del socialismo.
… La mejor manera de contrarrestar estas tentativas contrarrevolucionarias es haciendo avanzar la Revolución Bolivariana hacia el Socialismo, es decir: hacia un cambio completo de las relaciones sociales de producción. Hay que terminar con el capitalismo en Venezuela, expropiar las industrias fundamentales y la banca, la tierra y poner todos esos recurso bajo control de los trabajadores y las comunidades. Sólo sobre una economía socialista, sobre la planificación socialista, puede avanzar el país. Sobre el capitalismo es imposible cualquier avance.
… De este modo, la tarea central de la UNT debería ser impulsar en la práctica ese programa revolucionario. Las condiciones para llevarlo a cabo nunca han sido tan favorables. Tan solo falta que la clase obrera esté suficientemente organizada para llevarla a cabo. La tarea central de la UNT debería ser impulsar en cada estado la toma de empresas y demandarle al gobierno nacional su expropiación, continuando de esta manera la línea de expropiaciones que empezaron con INVEPAL e INVEVAL y siguieron con otras empresas. Es necesario que la C-CURA desarrolle un plan de acción en estas líneas llamando a todos los demás sectores que forman parte de la UNT - la FBT, la corriente agrupada en torno a Marcela Máspero y todos los demás sectores- a hacer lo mismo. Este es el punto central para unificar a la clase trabajadora y llevar la revolución al Socialismo.
… La C-CURA y todos los sectores clasistas y combativos de la UNT debemos organizar ya el plan de lucha que debería llevar la UNT en su conjunto para llevar la Revolución Bolivariana al Socialismo. No hay excusa para que no pueda llevarlo a la práctica. Si se implementa, será la manera unificar a la inmensa mayoría de los dirigentes revolucionarios y de la base obrera de la UNT y desbaratar todas las maniobras que quieren impedir que la UNT sea el referente socialista que necesitamos los trabajadores.”(CMR, “Cerca de mil dirigentes sindicales venezolanos se reúnen en Caracas para discutir sobre el Congreso”, 31/03/06)
Nada de esto se realizó y el congreso, en lugar se servir para unificar el programa de lucha de los trabajadores e impulsar a la UNT hacia una presencia más activa en la revolución, logró el objetivo contrario: profundizar la división existente y terminar de paralizar al movimiento obrero. Durante el desarrollo del congreso la corriente C-CURA, que tenía mayoría de delegados, equivocó su estrategia y centró como eje de la discusión la realización de un calendario de elecciones internas para ese mismo año, algo que no era del interés de las demás corrientes que se sabían en minoría. Esta torpeza de Chirino y su gente fue aprovechada por sus oponentes para provocar a sus seguidores y terminar saboteando el congreso que concluyó al mejor estilo de los sindicaleros adecos: a los golpes y sin acuerdos. Nuevamente el gran perdedor fue el movimiento obrero que perdió otra oportunidad de unirse y dar un paso al frente.
- La UNT y el gobierno bolivariano
Cuando se habla de la actitud del gobierno bolivariano hacia el movimiento obrero hay que distinguir la posición del propio presidente Chávez de la del resto de la burocracia gubernamental. Mientras la burocracia ha tratado por todos los medios de frenar el avance de los trabajadores y mediatizar sus luchas con políticas reformistas, el presidente no ha dejado de invitar una y otra vez a la clase obrera a que tenga una participación más protagónica en la revolución. Sin dudas, el llamado más importante fue el realizado en el año 2005 cuando invitó a los trabajadores a tomar las fábricas cerradas para ponerlas a producir bajo su control. Pero Chávez no sólo se quedó en llamados, sino que los ha acompañado por hechos concretos como la nacionalización de Venepal y CNV en 2005, su entrega a los trabajadores y su decisión personal para que fueran trabajadores los presidentes de ambas empresas; la propuesta de creación de los consejos de trabajadores intentando darles, inclusive, rango constitucional; y, más recientemente, la nacionalización de Sidor, haciéndose eco del clamor generalizado de los trabajadores de esa industria. Se podrá criticar a Chávez de muchas cosas pero no de no intentar que la clase obrera asuma su rol en la revolución. Aquí, quién no ha estado a la altura ha sido la dirección sindical que ha dejado caer en saco roto todas estas iniciativas presidenciales y con ello ha perdido inmejorables oportunidades para la clase. Sirva de ejemplo, nada más, la posición de Orlando Chirino respecto a la creación de los consejos de trabajadores: “ –¿Cuál es la posición de C-CURA sobre los consejos obreros?– Somos incondicionales defensores de las iniciativas autónomas de los sindicatos, de todo lo que implique impulsar el poder de decisión y participación de los trabajadores. Pero los consejos obreros son una política que viene desde el Estado, desde el gobierno y estamos totalmente en contra de esto porque tienen objetivos claros. Uno fundamental es minimizar las acciones del movimiento sindical. Como no lo pueden eliminar, ellos proponen que los sindicatos discutan contratos y los consejos se encarguen de la formación, el nivel de conciencia política de los trabajadores.”( A través de Venezuela, “Chávez quiere acabar el movimiento sindical”, http://www.atravesdevenezuela.com/html /modules.php?name=News&file=article&sid=6174). En vez de apoyarse en lo positivo que planteaba el presidente para avanzar, los principales dirigentes de la UNT, para ese momento, prefirieron enfrascarse en una lucha estéril en torno a la autonomía sindical que sólo sirvió para aislar aún más a la central sindical del resto del movimiento de masas. Está línea errónea en el campo sindical fue acompañada, por el grupo de Orlando Chirino, con una posición también errónea en el terreno político al negarse a participar en el recién creado partido socialista PSUV. Todo esto no es más que otra muestra de su incomprensión del momento histórico que se vive en Venezuela y del papel que debe jugar en él la clase obrera, muy propia de los grupos sectarios de izquierda de los que hablaba Lenin en “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.
-Situación actual del movimiento obrero: división y parálisis
Anteriormente decíamos que la UNT había nacido dividida, esa división inicial no ha dejado de profundizarse en ningún momento, de las cinco corrientes que habían en el II congreso del año 2006 actualmente hay seis: la CTR de Máspero, la corriente de Rondón y Machuca, la C-CURA de Chirino, Marea Socialista de Stalin Pérez (surgida de una división de C-CURA), y Autonomía Sindical de Orlando Castillo, que se mantienen en la UNT, y la FSBT (antigua FBT), de Oswaldo Vera y el ex ministro Ramón Rivero, que decidió salirse de la UNT y fundar una central aparte. Son múltiples los motivos que se pudieran esgrimir para tratar de explicar esta división que mantiene paralizada a la UNT desde su II congreso en el año 2006, pero a nuestro entender todos ellos se podrían resumir en dos: preponderancia de los intereses individuales de los dirigentes sobre los intereses colectivos del movimiento, situación esta que se ha visto reflejada en constantes enfrentamientos personales, y falta de una orientación ideológica revolucionaria, lo cual ha dejado el debate de ideas circunscrito a una lucha estéril entre reformismo y sectarismo. Como decíamos antes, desde el comienzo de la UNT, más allá de las corrientes, quedaron bien definidas dos grandes tendencias: una de corte reformista, cercana a las posiciones de la burocracia gubernamental, cuyos dirigentes desde un comienzo ocuparon puestos en el aparato burocrático como diputados, ministros, etc., y han mantenido una política complaciente con el gobierno y mediatizadora de las luchas obreras, y otra de clara orientación sectaria de izquierda que es incapaz de reconocer las medidas positivas del gobierno para desarrollar a partir de ellas una estrategia revolucionaria, y termina cayendo en posiciones oportunistas que sólo favorecen a la contrarrevolución. En el fondo da la sensación que los sectarios envidian la posición de los reformistas en el gobierno y que sólo están esperando una invitación para cambiar de parecer. Aunque cada uno de ellos se presenta como más revolucionario y socialista que el otro, los hechos demuestran que ninguno parece haberse planteado seriamente superar la etapa del reivindicativismo para pasar a la lucha por el poder para la clase obrera, principal tarea del proletariado en cualquier revolución socialista.
Para ensombrecer aún más este panorama gris de desunión y parálisis, en abril de este año los dirigentes de la FSBT decidieron salirse de la UNT, acusándola de “no representar el espíritu del proceso revolucionario venezolano”, para fundar una nueva central sindical, la Central Socialista de Trabajadores, idea que no ha tenido demasiada acogida dentro de la base obrera que entiende mucho mejor que sus dirigentes la necesidad de la unidad. La situación no puede ser más dramática para el movimiento obrero: en momento en que en Venezuela se desarrolla una revolución que se autodefine como socialista, se encuentra dividido y sin una dirección revolucionaria que entienda las tareas a realizar, lo cual explica el por qué de su inmovilidad y falta de protagonismo.
3) Sindicalismo y revolución -Sindicatos y capitalismo
En el capitalismo el papel principal de los sindicatos ha sido el de unir a los trabajadores para: enfrentar y resistir los ataques de los capitalistas en períodos de crisis del sistema, y poder negociar en mejores condiciones la única mercancía que tiene el proletariado que es del interés de los capitalistas: su fuerza de trabajo. Esta función de defender derechos y arrancarle reivindicaciones a los capitalistas no es para nada revolucionaria, en ningún momento los sindicatos se plantean el derrocamiento de dicho sistema, como bien lo explicara Antonio Gramsci: “Nosotros sabemos que la lucha del proletariado contra el capitalismo se desenvuelve en tres frentes: el económico, el político y el ideológico. La lucha económica tiene tres fases: de resistencia contra el capitalismo, esto es, la fase sindical elemental… En su primera fase sindical, la lucha económica es espontánea, es decir, nace ineluctablemente de la misma situación en la que el proletariado se encuentra en el régimen burgués, pero no es por sí misma revolucionaria, es decir, no lleva necesariamente al derrocamiento del capitalismo, como han sostenido y continúan sosteniendo con menor éxito los sindicalistas. Tanto es verdad, que los reformistas y hasta los fascistas admiten la lucha sindical elemental, y más bien sostienen que el proletariado como clase no debiera realizar otra lucha que la sindical. Los reformistas se diferencian de los fascistas solamente en cuanto sostienen que si no el proletariado como clase, al menos los proletarios como individuos, ciudadanos, deben luchar también por la democracia burguesa; en otras palabras, luchar sólo para mantener o crear las condiciones políticas de la pura lucha de resistencia sindical.”(Antonio Gramsci, “la necesidad de la formación ideológica de las masas”) También León Trotsky, en “El programa de transición”, tuvo una posición semejante en cuanto al rol de los sindicatos: “En la lucha por las reivindicaciones parciales y transicionales, los obreros necesitan más que nunca organizaciones de masas, fundamentalmente sindicatos… a) Los sindicatos, por sus objetivos, su composición y el carácter de su reclutamiento no tienen, ni pueden tenerlo, un programa revolucionario acabado. Por lo tanto no pueden sustituir al partido… c) En tanto que organizaciones de las capas superiores del proletariado, los sindicatos, como lo atestigua toda la experiencia histórica, incluso la aún fresca de las organizaciones anarco- sindicalistas de España, desarrollan poderosas tendencias a la conciliación con el régimen democrático burgués. En los períodos agudos de la lucha de clases, los aparatos dirigentes de los sindicatos se esfuerzan por convertirse en amos del movimiento de masas para domesticarlo. Esto se produce ya con ocasión de simples huelgas, sobre todo en las ocupaciones de fábrica, que sacuden los principios de la propiedad burguesa. En tiempos de guerra o de revolución, cuando la situación de la burguesía se hace particularmente difícil, los dirigentes sindicales se convierten generalmente en ministros burgueses”(Trotsky, “El programa de transición”). Los sindicatos son instrumentos poderosos de lucha de la clase obrera en épocas de auge capitalista, es más son la única arma que tienen los trabajadores para defenderse de la burguesía en estos períodos, pero como cualquier otra organización humana no escapa a las leyes de la dialéctica y al cambiar la fase de lucha del proletariado debe transformarse para poder continuar prestándole utilidad.
-Sindicatos en tiempo de revolución: nuevo sindicalismo vs burocracia sindical. La necesidad de relacionar la lucha reivindicativa a la lucha política por el control obrero y las nacionalizaciones.
En tiempos de revolución, cuando el sistema imperante entra en crisis y la clase dominante ya no puede controlar el poder ante las clases dominadas que pasan a la ofensiva para disputárselo, en ese momento el objetivo y las tareas del proletariado cambian y las herramientas que le servían para defenderse de los capitalistas también deben cambiar. El sindicato debe entonces replantear su funcionamiento en virtud de las nuevas tareas que tendrá que emprender. La tarea principal de los sindicatos de organizar a los trabajadores para arrancar reivindicaciones al patrón empresario o al patrón Estado se debe complementar ahora con la de organizarlos para tomar el poder. En Venezuela esto no ha ocurrido así, en medio de una revolución que va para los diez años los sindicatos afiliados a la UNT han dedicado poco o ningún tiempo a plantearse seriamente la toma del poder por la clase obrera. Ante la falta de una dirección revolucionaria al frente de la central sindical las organizaciones obreras no han sabido romper el marco de acción que les determina la legalidad burguesa, particularmente la Ley Orgánica del Trabajo, y se han conformado con continuar aspirando a los objetivos que les establece el artículo 407 de la citada ley, esto es: “el estudio, defensa, desarrollo y protección de los intereses profesionales o generales de los trabajadores y de la producción, según se trate de sindicatos de trabajadores o de patronos, y el mejoramiento social, económico y moral y la defensa de los derechos individuales de sus asociados”, en pocas palabras, no han salido de la lucha reivindicativa. Esta inercia de los sindicatos para participar activamente en la revolución, unida a las actitudes francamente contrarrevolucionarias de algunos de los dirigentes más notorios de la UNT que comentábamos antes, está siendo utilizada por el sector sindical reformista para plantear de una forma demagógica que los sindicatos son algo pasado de moda que corresponde a la etapa capitalista de la sociedad y que en esta etapa de “construcción del socialismo” sólo se deben crear consejos de trabajadores, postura que crea más incertidumbre entre los obreros y que al final también termina siendo contrarrevolucionaria.
“Toda la historia moderna muestra que el proletariado no es nada sin sus organizaciones de clase. Al mismo tiempo, la experiencia demuestra que las organizaciones obreras llegan a ser a menudo un freno para la lucha revolucionaria. Más de una vez el movimiento obrero se ha roto contra esta contradicción. El ejemplo más trágico de ello es la catástrofe alemana, en la que las organizaciones obreras dirigentes, cada cual a su manera, han paralizado al proletariado desde arriba y lo han entregado desarmado al fascismo”(Trotsky, “La ofensiva económica de la contrarrevolución y los sindicatos”). Es evidente que la nueva burocracia sindical está más interesada en conservar prebendas que en hacer la revolución y para ello se vale de cualquier discurso sin importar el daño que le causa a la clase obrera. Por un lado, una tendencia, que es aparente mayoría en los sindicatos, defiende a estos últimos en su forma tradicional y se opone a capa y espada a los consejos de fábrica o de trabajadores, y por el otro, los dirigentes de la otra tendencia, que en apariencia es minoría dentro de los sindicatos, se oponen a éstos y defienden los consejos de trabajadores. Ambas tendencias le prestan un flaco favor al movimiento obrero, la verdad es que en tiempos de revolución son tan necesarios los sindicatos como los consejos de fábrica o de trabajadores, son las dos ruedas de una misma bicicleta, los unos para organizar y unir a la clase obrera, los otros para controlar y dirigir los medios de producción que se le han arrebatado a la burguesía. Por eso, oponerlos sólo demuestra ignorancia o mala fe. Es necesario impulsar la creación de sindicatos allí donde no los hay y luchar por el control de los que ya existen para transformarlos en sindicatos de un nuevo tipo, sindicatos socialistas donde se apliquen los principios básicos de la democracia obrera y sea la base la que controle a los dirigentes y no al contrario, con dirigentes revolucionarios que sin renunciar a la defensa de los derechos de los trabajadores se planteen como tarea principal la toma del poder por el proletariado.
-Los consejos de trabajadores, los casos de Sanitarios Maracay e Inveval
En la medida en que la revolución bolivariana ha avanzado en sus propuestas de cambios sociales, el enfrentamiento con la burguesía también se ha ido agudizando. Esto ha ocasionado que un gran porcentaje de capitalistas, que normalmente han invertido poco o nada en el desarrollo de los medios de producción en Venezuela, comenzara a cerrar sus empresas porque, además de ser poco rentable y seguro tenerlas en un país donde está teniendo lugar una revolución, es una buena forma de sabotear la economía y golpear al gobierno. Esta situación se agudizó durante el paro patronal de diciembre de 2002 a febrero de 2003 y desde entonces no ha cesado. Numerosos han sido los trabajadores que han quedado en la calle como consecuencia de esta política de la burguesía, muchos de ellos decidieron tomar las empresas donde habían trabajado buena parte de su vida, en un primer momento como una forma de presionar para que el patrón les pagara las deudas laborales, pero luego de un tiempo, y ante la evidencia que no había y ni iba a haber una respuesta positiva, para tratar de reactivarlas y salvar los puestos de trabajo. El caso más emblemático en este sentido, seguramente, ha sido el de Sanitarios Maracay. Los trabajadores cansados de los incumplimientos continuos del capitalista y ante el abandono que el mismo hace de la empresa, la tomaron y al cabo de un corto tiempo decidieron ponerla a producir para poder cubrir sus necesidades básicas. Esto les planteó un nuevo problema: cómo implementar la producción y administrar la fábrica que ahora estaba bajo su control. A instancias de la CMR, y después de discutirlo ampliamente con ellos, deciden conformar un consejo de fábrica para que se encargue de estas tareas. Surgió así el primer consejo de fábrica de Venezuela varios meses antes que el presidente Chávez propusiera la creación de los consejos de trabajadores. A finales del mes de enero de 2007 se crea el consejo de fábrica de Inveval, también impulsado por la CMR. Se estaba así repitiendo una experiencia que habían vivido los trabajadores rusos noventa años antes cuando al fragor de la revolución rusa de 1917 florecieron por todo el país los soviets obreros.
“Los consejos de trabajadores históricamente surgen cuando la lucha de clases llega a un punto donde se pone en cuestión la propiedad y el control de los capitalistas por las empresas. Los trabajadores empiezan a tomar las empresas y se implementa el control obrero de la producción. La aparición de consejos de trabajadores muestra la profundidad de la crisis revolucionaria y la posibilidad de que la clase trabajadora se organiza como clase dominante y forme sus propios órganos de poder. Los consejos de trabajadores han sido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia la base del Estado revolucionario”(Yonie Moreno,“¿Cuál debe ser la actitud de la UNT ante los consejos de trabajadores propuestos por Chávez?”, 04/04/08). En medio de una revolución los trabajadores que le están arrebatando el control de los medios de producción a la burguesía necesitan de una herramienta para dirigir y administrar estos medios de producción, ese instrumento es el consejo de fábrica. Los consejos de trabajadores o de fábrica no son una versión castrada de los sindicatos, como quieren presentarlos la burocracia reformista, son los órganos del control obrero de la producción, célula del nuevo Estado obrero como dijera Gramsci. En ese sentido no se contraponen con los sindicatos sino que se complementan, tal como planteábamos en el punto anterior.
-La empresa socialista y el movimiento sindical revolucionario.
En este punto nos remitimos al documento de los camaradas del FRETECO: “El FRETECO y la empresa socialista”. En este documento se relatan las condiciones para que una empresa pueda considerarse socialista. En primer lugar, no puede haber empresas socialistas aisladas mientras el resto de la economía venezolana es capitalista. Sólo podremos hablar verdaderamente de empresas socialistas si el conjunto de la industria está nacionalizada y bajo el control de los trabajadores y de las comunidades, y planificada democráticamente para satisfacer las necesidades de toda la sociedad. Por otro lado, en las empresas socialistas es necesario que la propiedad de las mismas sea 100% del Estado, sin lugar para cooperativas o empresas mixtas en las que haya un patrón capitalista. En tercer lugar, la gestión y administración debe estar en manos de los consejos de trabajadores, elegidos por la asamblea de trabajadores, que, coordinados con los sindicatos revolucionarios y entre sí en las diferentes ramas de la producción y a nivel nacional, conforman la base para implementar y debatir el plan económico nacional. Es el conjunto de los trabajadores el que gestiona las empresas en todo el país, sin burócratas. No se trata tan sólo de que unos trabajadores gestionen una empresa individualmente, sino que la clase trabajadora gestione el conjunto de la producción del país. Sólo en ese sentido podremos hablar de empresas socialistas.
Por todo ello, por ejemplo, las empresas públicas venezolanas sólo podrán ser socialistas si existe el control obrero de la producción, es decir, que sean los propios trabajadores los que administren la empresa y elijan a la gerencia de la misma con los consejos de trabajadores. Así también para hablar de empresas y un país socialista el conjunto de los trabajadores debe gerenciar el resto de las empresas del país. Ningún trabajador puede decir que administra y dirige sólo la empresa en donde trabaja, si no que está también a cargo del resto de las empresas del país. De la misma manera, en una empresa socialista las condiciones de trabajo deben ser mejores, muy superiores, a las que existen en la empresa capitalista para así poder convertirse en un referente para el conjunto de la clase trabajadora en la lucha reivindicativa por la mejora de las condiciones de vida y trabajo.
4) La revolución en la encrucijada -Entre la quinta columna reformista y el ataque externo de la burguesía
Durante los diez años que tiene la revolución, ésta se ha encontrado entre un ataque permanente por parte de la oligarquía, que no ha cesado un solo instante en conspirar e intentar derrocarla por todas las formas habidas y por haber, y las políticas conciliadoras y contrarrevolucionarias del reformismo. En la actualidad, y ante el panorama bastante probable de una nueva debacle electoral en las elecciones regionales, los sectores más reaccionarios de la oposición vuelven a la carga con sus planes de golpe de Estado y de magnicidio a los cuales nunca han renunciado ni renunciarán mientras no se los derrote definitivamente. A pesar de los múltiples intentos de la burocracia gubernamental por tenderle puentes a la burguesía para incorporarla a su proyecto reformista, la respuesta de ésta no deja lugar a dudas: sabotaje económico, planes conspirativos, campañas mediáticas de desinformación a nivel nacional e internacional, y pare usted de contar. Es ésta la mejor demostración que la burguesía está mucho más clara en su rol histórico y en las tareas que debe cumplir como clase social que todos los reformistas juntos con sus ilusiones y utopías conciliadoras. El reformismo con sus tesis etapistas de hacer la revolución a cuentagotas, de propiciar una economía mixta donde convivan la propiedad social y la propiedad privada de los medios de producción, de no terminar de hacer una verdadera reforma agraria, de mantener la banca en manos privadas, confundiendo a las masas con la banalización que hace del concepto de “socialismo”, sólo consigue ganar tiempo para la recuperación de fuerzas de la reacción mientras paralelamente produce un desgaste en la moral de las masas. El reformismo no pretende hacer la revolución, su meta sólo es reformar al viejo capitalismo por eso en sus proyectos la clase obrera, principal antagonista de la burguesía en esta lucha de clases y la única capaz de acabar con el capitalismo, no aparece como protagonista revolucionaria, ni siquiera es tenida en cuenta en los discursos demagógicos de los reformistas. Cuando alguna vez la nombran es para catalogarla de inmadura e inconsciente y, por lo tanto, necesitada de ser tutoriada por ellos mismos. El reformismo es la ideología dominante en buena parte de la burocracia, tanto la gubernamental, que prácticamente es la misma que dirige el PSUV, como la sindical, he ahí, entre otras cosas, el por qué la revolución pareciera estar estancada: no hay interés desde estos sectores que mantienen actualmente el control del gobierno, del partido y de los sindicatos en hacerla avanzar, sino todo lo contrario. Por otra parte, los sectores revolucionarios que se encuentran en el PSUV y en los sindicatos, que en este momento son mayoría, se hallan desorganizados y sin una ideología revolucionaria clara, lo cual les impide aprovechar esta correlación de fuerzas favorables para tomar el control de la dirección y por ende del rumbo de la revolución. Es indispensable para que la revolución termine de consolidarse y pueda avanzar hacia el socialismo que los jóvenes del PSUV y los trabajadores se organicen en torno a las ideas revolucionarias del marxismo y asuman la vanguardia del proceso bolivariano.
-La ideología del proletariado
Sin una teoría revolucionaria el proletariado nunca logrará su emancipación. Es fundamental que los trabajadores se doten de una ideología que les permita comprender su realidad como clase explotada dentro del sistema capitalista, cómo funciona este sistema explotador, que les quite de los ojos la venda de la ignorancia y la superstición con las cuales la burguesía los ha dominado más que con la fuerza, y que les ayude a entender y a realizar su papel histórico como clase social destinada a liberar a la humanidad. Esa ideología no es otra que el marxismo, la base del socialismo científico. La crisis capitalista ha servido para demostrar que las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky están más vigentes que nunca y que son las únicas que permitirán la salvación de la humanidad.
“La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social "imparcial". De uno u otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital. … La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción integral del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés”(Lenin, “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”).
-La nueva efervescencia de la clase obrera
En medio de una revolución los tiempos de toma de conciencia se acortan enormemente, y para la clase obrera estos tiempos son aún menores. A pesar de la parálisis a la cual los tiene sometidos la falta de una dirección revolucionaria al frente de la UNT, los trabajadores son concientes del peligro que corre la revolución bolivariana y que, por lo tanto, hoy más que nunca es necesaria su participación en ella para culminar las tareas que todavía están pendientes. Como decíamos antes, el proceso revolucionario se ha prolongado más de la cuenta y esto, además de la nefasta influencia de las ideas reformistas, también, y principalmente, es consecuencia de la falta de una presencia activa de la clase obrera en este proceso. El nivel de conciencia del proletariado se ha venido manifestando en estos últimos meses de distintas maneras. La lucha de los obreros de Sidor para recuperar la siderúrgica de las manos de los empresarios transnacionales, enfrentándose en esa batalla a la burocracia gubernamental y sindical que jugaron a favor de los capitalistas, es una prueba de ello. Más recientemente, en septiembre de este año, los trabajadores del Zulia realizaron un congreso por la Unidad de los Trabajadores Socialistas al cual asistieron unos cien sindicatos de base y unos quinientos trabajadores. Este congreso fue una buena demostración de la preocupación que existe entre los trabajadores por la inercia en la cual ha caído la clase obrera venezolana, y refleja, también, una gran claridad con respecto a lo que se debe hacer, comenzando por la búsqueda de la unidad del movimiento obrero y la propuesta de un programa revolucionario, que está muy por encima de la que está mostrando la dirigencia sindical. Dicho congreso fue organizado por activistas y dirigentes que han pertenecido, y en su mayoría siguen perteneciendo, a varias de las corrientes en las que se dividió la UNT tras el segundo congreso. Al mismo tiempo, en el Congreso también participaron colectivos que no pertenecen a ninguna de esas corrientes. El resultado fue que se aprobó crear un comité de unidad sindical de amplia base integrado por todas las corrientes, federaciones, sindicatos e, inclusive de trabajadores no sindicalizados, cooperativistas, ONG y medios de comunicación alternativos, etc., cuya principal tarea será realizar un “congreso nacional de refundación del movimiento de trabajadores”.
Las conclusiones no pueden estar más claras: unidad del movimiento obrero, formación y definición ideológica de los trabajadores, estatización de los medios de producción y de la banca, control obrero de la producción a través de la creación de consejos de trabajadores, monopolio estatal del comercio exterior. Todas medidas conducentes a la construcción de un verdadero Estado socialista. Posteriormente al congreso realizado en el Estado Zulia, más precisamente el 19 y 20 de septiembre, se efectuó otro encuentro sindical en Caracas, en la UBV, con una concurrida participación de trabajadores de distintas corrientes y donde también el objetivo era buscar una definición para el “papel del movimiento de trabajadores en el proceso revolucionario”.
Al mismo tiempo, se está dando la reorganización de la UNT en el Estado Anzoátegui y la constitución de la federación de trabajadores del sector automotriz que agrupa a decenas de miles de trabajadores en toda Venezuela.
Todo esto pareciera ser la mejor evidencia que la clase obrera no está dispuesta a continuar observando el desarrollo de la revolución desde un lado y ha comprendido que debe dar un paso al frente, sobrepasando a la dirigencia si es necesario, para ocupar el lugar protagónico que tiene reservado en ella.
-La necesidad de la unión del movimiento obrero en torno a un programa de transición revolucionario
En la medida en que la revolución no se ha consolidado avanzando resueltamente hacia el socialismo, el tiempo está corriendo a favor de la reacción, a pesar de todos los errores que ésta pueda estar cometiendo, y, por el contrario, se le acaba a las masas, donde ya hace algún tiempo que comienzan a verse síntomas de cansancio en sus sectores más atrasados. La correlación de fuerzas, que hasta la fecha ha sido tan favorable para el proceso bolivariano, pudiera comenzar a cambiar en cualquier momento. Por ello es tan importante que la clase obrera se una, se reorganice y se ponga al frente de la revolución, mientras esto no ocurra la construcción del socialismo en Venezuela no pasará de ser un buen deseo que, incluso, pudiera verse frustrado si la reacción logra tener éxito en alguna de sus arremetidas. En contra de las prédicas reformistas y burocráticas que pretenden presentar a intelectuales, sabios y científicos como los únicos llamados a definir de qué se trata el socialismo y cómo se alcanza, como si se estuviera buscando una fórmula matemática, es la clase obrera la única capaz de derrocar al capitalismo y reemplazarlo por un sistema socialista. El proletariado debe discutir primero cuál es el socialismo que quiere, que seguramente no será el mismo que plantean reformistas y burócratas, y posteriormente establecer un programa para alcanzarlo. Un programa que contemple la nacionalización de los principales sectores de la economía para ponerlos bajo el control y la planificación de los propios trabajadores, como paso previo a la abolición del Estado burgués y su reemplazo por un Estado obrero. En ese sentido, es fundamental el papel de los trabajadores en la lucha por el socialismo, pero para que ese rol sea exitoso el movimiento obrero debe desarrollar una estrategia que le permita alcanzar dicho objetivo. Parece estar claro que uno de los frentes principales de batalla, sino el principal, está en el control de los medios de producción, en la lucha por el control de las fábricas. Esta acción no sólo le resta poder económico a la burguesía sino que pone en entredicho el fetiche que han construido los burgueses en torno de su derecho inviolable a la propiedad privada y a la supuesta incapacidad de los obreros de dirigir y administrar las empresas. Por otra parte, también les permite a los trabajadores ganar confianza en su propia capacidad, en un primer momento como administradores y planificadores de las empresas, y luego de todo el Estado.
Está claro, como decíamos en el punto anterior, que la base más conciente del movimiento obrero quiere la unidad en torno a una UNT clasista, socialista y revolucionaria, y no es partidaria de la división y la creación de nuevas centrales. Hay que dar la lucha por el rescate de la UNT, porque se dote de una verdadera dirección revolucionaria surgida desde las bases, que entienda cuál es la función de los trabajadores en toda revolución. Este debería ser el primer paso a dar. Sólo unidos los trabajadores pueden hacer sentir su fuerza, dispersos y divididos se paralizan, como está ocurriendo actualmente, y son fácil presa de las políticas de burócratas y capitalistas. Esa unidad debe servir, como decíamos antes, para dar una pelea exitosa por el control de los medios de producción, ya se ha demostrado en la práctica que esto es posible, los casos de Inveval, Inaf y Sanitarios Maracay es la mejor prueba de ello. El control obrero de la producción es la mejor arma para vencer definitivamente a la burguesía. Teniendo el control de sus empresas los trabajadores podrán impulsar la nacionalización del resto de los factores económicos como la banca y la tierra, y el control del comercio exterior, y planificar la economía en función del interés de toda la población y no de un puñado de parásitos. Sólo en ese momento la revolución bolivariana estará comenzando a enterrar al capitalismo y empezando a construir el socialismo. Para avanzar en esa dirección el movimiento obrero debería plantearse un programa mínimo que contemplara lo siguiente:
1.- Reorganización del movimiento obrero a través de:
-la transformación de los sindicatos existentes en sindicatos revolucionarios de un nuevo tipo, estructurados en torno a los principios básicos de la democracia obrera y que se planteen la toma del poder por los trabajadores y la lucha por el socialismo.
-la creación de sindicatos revolucionarios en las empresas donde no los haya.
-la formación política de los trabajadores en las ideas del marxismo revolucionario.
-rescate de la UNT como central única, revolucionaria y socialista, estructurada a través de federaciones por ramas de producción.
2.- Plan de lucha:
Impulsar desde la UNT y los sindicatos:
-la creación de los consejos de fábrica o de trabajadores en todas las empresas, públicas y privadas, para luchar por el control obrero de la producción.
-la formación de batallones socialistas en cada empresa, y desde ellos impulsar la participación activa y organizada de los trabajadores en el PSUV.
-la formación de batallones obreros de la reserva militar en cada fábrica.
-la autonomía sindical como elemento de lucha contra el burocratismo y de defensa de la revolución.
-la expropiación y estatización de los grandes medios de producción bajo control obrero.
-la expropiación y estatización de la banca.
-lucha contra el sabotaje económico a la revolución y el desabastecimiento a través del control obrero de la producción y de la toma de empresas infrautilizadas y cerradas. Por una campaña nacional de la UNT que coordine todos los sindicatos en esa lucha. ¡Fábrica cerrada o infrautilizada, fábrica tomada bajo control obrero y nacionalizada por el gobierno bolivariano!
-junto con las organizaciones campesinas de masas, la expropiación de la tierra y su entrega a los campesinos.
-la unidad del movimiento obrero nacional y mundial.